Elogio del bodegón
Alzar lo cotidiano, trascenderlo,
componer, con su breve geometría
de abalorios y otras trivialidades,
el retrato feraz de la existencia
tras una sabia transfiguración:
un libro es una mente ennoblecida,
la silla es el descanso del guerrero
que lucha con su pluma o su pincel
y halla en las circunstancias las esencias:
una radiografía del espíritu.
Una manzana, una botella, un vaso
no son objetos sino alegorías
de estos hombres vestidos de pobreza
o de aquel encerrado en su hedonismo.
La intrahistoria es la fuente de la Historia
como el mar es la lágrima del mundo
y está en lo diminuto lo grandioso.
Dadme muchas pequeñas cosas y
os crearé un universo ilimitado.
Por eso un cuadro es la Naturaleza
ordenada por el pincel y el genio.
Ved la línea, el color, las acuarelas
reducidas al mínimo paisaje
que es todo bodegón, el alma escueta
de la creación, la astilla del retrato.
Desde ese parvo apunte emerge el arte:
del catecismo de la mansedumbre.
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