La pintura es la bruma
que levita en mi alma.
Hubiera yo querido
amar un cuerpo hermoso
y, más, un alma bella
con los que compartir
los surcos de las olas,
las piedras y la hierba,
la dicha y la desdicha,
la estructura del sueño,
el paisaje sonoro
del viento en las pupilas.
Sorber soles y sombras
en los campos de Aitana.
Mirar amaneceres
y contemplar crepúsculos.
Sentir que las palmeras
son pinceles alzados
para pintar el cielo.
Dormir bajo la noche
y contar las estrellas
cayendo en Guadalest
desde lo alto de Ifach,
como un color inédito
que me inspirase un cuadro,
rostro de otro Universo
mágico
místico
músico.
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