Bien está que a los creyentes acomodados en los bienestares de sus vidas les parezca que la vida es un don divino que deben agradecer mientras les llega el supremo bienestar de los celestes cielos.
De lo que no estoy seguro es de que consideren un regalo de los dioses esta existencia los millones de seres que se mueren de hambre y de miseria mientras aguardan que la muerte acabe con sus malestares.
Tampoco sé por qué no nos ponemos de acuerdo en darles un poco de lo que tenemos, a fin de paliar los sufrimientos de quienes carecen de todo. Ni siquiera los gobiernos consideran un deber esa solidaridad vital.
Unos se escudan en que "mi ayuda no les va a llegar porque en medio están los malvados que se las quedan": no se dan cuenta de que quienes en realidad se las quedan son ellos -nosotros- , que no envían esa ayuda, y que la forma más cierta de que no llegue es que no salga de sus bolsillos. Las buenas intenciones no convertidas en acciones son las excusas tras las que escondemos nuestra culpa.
¿Nos basta con dar unos céntimos a mendicantes, tullidos y demás sufrientes que adornan los suelos de nuestras calles?
¿Nos basta con dar unos céntimos a mendicantes, tullidos y demás sufrientes que adornan los suelos de nuestras calles?
No sé si hay un Dios creador del mundo; pero sería mejor que no existiese tal como se manifiesta: porque, por lo creado, más parece un enemigo de los hombres -y estos, enemigos de sí mismos-.