¿Se ríen de cuanto escribís?
Cuanto más postergados nos sentimos más vigor nos inunda. Porque nada nos fortalece tanto como las injusticias con las que nos acosan. A veces es un escudo sicológico que rechaza cualquier daño que quieran infligirnos los mortales de mala catadura; otras veces es una fortaleza impenetrable que nos empuja a rebelarnos contra todos los dioses despiadados. Y cuantas más saetas nos llegan, más impenetrable es la coraza.
Hay quienes se doctoran en menospreciar y herir, creyéndose más fuertes: en realidad tal menosprecio demuestra que son más débiles, puesto que el fuerte no necesita demostrárselo, y menos con públicos intentos de humillación: siempre son los demás los que terminan dejándolos solos en medio de su pordiosería excremental.
Si se ríen de cuanto escribís es que envidian vuestra necesidad de escritura y carecen de una propia. El que sabe escribir conoce la dificultad de hacerlo bien y solo tiene comprensión para con quienes no encuentran la expresión idónea.
Cuanto más rebuzna el asno más asnalmente demuestra que lo es.
No escuchéis sus rebuznos, sino oíd bien lo que sentís, procurad afinar tal sentimiento, dadle voz con profundidad y llaneza, leed mucho -que solo quien lee aprende a escribir-, volved sobre el escrito algún tiempo después, releedlo como si fuera ajeno, rectificad, tachad, añadid cuanto sea necesario para que vuestras palabras formen un pequeño universo. Habréis logrado lo que pocos consiguen. Lo demás -crear obras maestras- es cosa de los genios; y esos no saben que lo son.