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jueves, 16 de febrero de 2017

Escribir, publicar, publicitar

Elgar: Pompa y circunstancia, 1


Nombrar gestores culturales a quienes no saben ni qué es la ignorancia… me parece una muestra más del electroencefalograma plano en el que se mueve el mundo actual. 
     Esta es la cadena dictiva: leer mucho y bien, escribir y reescribir la escritura, intentar publicar lo trascendente.
     Ahora bien: siempre digo lo mismo: publicar sin promocionar mínimamente es tanto como mantener inédito lo publicado. Pero las instituciones tienen que gastar un presupuesto para demostrar que algo han hecho y seguir sentados en su cargo durante un tiempecillo. Y las editoriales sin ética supongo que imprimen cuatro ejemplares aunque cobren por 1.000 y distribuyan dos; o publican lo literaturizable mal literaturizado porque -con todo derecho, claro- prefieren vender a culturizar.
     Algo parecido ocurrió cuando los ilustres -pero no ilustrados- magnates de la civilización -que no de la cultura- decidieron nombrar directores de centros educativos a quienes llevaban años sentados en las oficinas del Ministerio de Incultura: como si se pudiera conocer el problema de la enseñanza mediante estadísticas y no solo viviéndolo durante años en las aulas.
     Similarmente ocurre con el sacerdocio obligado a la castidad represiva: ¿cómo va a entender el problema familiar, y aconsejar sobre ello, quien no tiene hijos ni esposa?
     Quien no vive la escritura y conoce bien su trascendencia, mal comprenderá por qué publicar y publicitar una obra y no otra.
     Tralarila.