Para encontrar tu nombre
Amar es desear el bien del ser amado y, con él, el propio bien. Es el único egoísmo justificable porque implica un bienestar ajeno, además de que cuanto mayor es el amor más noble y grande es la mutua generosidad de los amantes. El amor es el yo más solidario que se pueda encontrar: ama por naturaleza, no por interés; y recibe mayor felicidad cuanta más felicidad da.
Aquellos que aman y no luchan por vencer a quienes les hacen la competencia parecen gritar que no les importa perder al ser amado, pues su falta de lucha proclama su escaso interés o su cobardía para defender lo que desean.
Hay quienes saben aliviar el sufrimiento ajeno, aun a costa del propio, y hay quienes no saben acrecentar la alegría de los demás. La causa es adivinable: aliviar el mal siempre supone una victoria, no aumentar el bien parece una derrota; quien se toma la vida como una competición teme el fracaso y su temor le impide triunfar: gozar de su triunfo y donárselo a aquellos que ama.
Quien ama de verdad no tiene miedo al fracaso; y si lo teme lo vence porque prefiere alegrar a quien ama con el amor que le otorga. Así que, comoquiera que se mire, el amor es el único gigante parecido a un dios que existe sobre la Tierra.
Quien ama de verdad no tiene miedo al fracaso; y si lo teme lo vence porque prefiere alegrar a quien ama con el amor que le otorga. Así que, comoquiera que se mire, el amor es el único gigante parecido a un dios que existe sobre la Tierra.