Franck: Sonata
- Te he dicho que lo siento. ¿No vas a disculparme? No puedo ser como tú quieres.
- No quiero que seas como yo quiero, sino que dejes de ser lo que nadie querría que fueras; ni siquiera tú, si te encontraras con alguien igual a ti.
- ¿No he estado siempre a tu lado? Te doy todo lo que me pides...
- Y también todo lo que te digo que no quiero. En realidad, es una sola y misma cosa, y provoca situaciones insufribles. Eres la persona más noble que conozco: pero anulas tus muchas virtudes cuando te posee ese otro ser interior que te ha convertido en un monstruo de dolor.
- Si es así... lo siento...
- Lo sientes hoy, y lo sentiste hace poco, y hace mucho, y lo volverás a sentir mañana, y son ya demasiados mañanas y demasiados ayeres... Parecemos un edificio condenado a caerse que siempre estamos reconstruyendo. Te refugias en que no puedes cambiar; aunque lo realmente cierto es que continúas pensando que yo exagero y tú haces lo correcto ... Ni por un momento te miras como si fueras alguien ajeno que se observa objetivamente. No te lo digo para hacerte daño, sino para que no te lo hagas tú ni me obligues a repetir las mismas palabras. De nuestras vidas han desaparecido el afecto, la confianza, el erotismo expreso...
- ¿Te gusta machacarme? ¿Es eso? ¿Y tú? ¿Nunca te equivocas? ¿No eres excesivamente perfeccionista?
- No estamos compitiendo para ver quién es peor o mejor. A nadie le pido lo que no me exijo a mí. No pretendo ser tu dueña, sino que seas dueño de ti. Yo también me equivoco, pero intento acertar, y rectifico. Tú no quieres admitir un probable error porque sería para ti tanto como aceptar que tu vida lo ha sido. Y no es así: si rectificar es de sabios, no querer hacerlo es de contumaces. ¿Crees que te lo digo por maldad? Si no me importases no me dolería tener que decirte lo que sé que no quieres oír: pero detén un momento la necesidad de huir de estas palabras y analízalas sin miedo: ¿Puedes negar su verdad? Tampoco tú tienes maldad: es que los fantasmas y humillaciones de tu pasado te transforman en un ser encerrado en una tumba de la que nadie puede sacarte porque está llena de espinas por dentro y por fuera: y cuando te revuelves te las clavas y se las hundes a quien se acerca. Tu temor al fracaso provoca tu fracaso porque tu inseguridad te genera una ansiedad que anula tu buen juicio y te ciega para ver que tu "estar" suplanta tu "ser"; caes en una especie de histeria que se apodera de tu sensatez. Entonces se levanta un muro infrangible que solo lleva a la incomunicación. ¿Cómo confiar en quien siempre levanta esos muros y siempre dice que es el último?
- Hago todo lo que puedo.
- Menos creer que tal vez no me equivoco porque significaría admitir que te equivocas, y, por lo mismo, no intentas rectificar. No creas que no quiero aceptar tus disculpas, como yo te pido que disculpes las mías. Lo que importa es que si te disculpase sin decirte lo que te digo estaría dándote permiso para que sigas maltratándome cada vez que no quieras reconocer que tu conducta conmigo se llama maltrato: estaría diciéndote que puedes maltratarme cuando y cuanto quieras.