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sábado, 12 de marzo de 2016

Contra la euforia

Pergolesi: Stabat Mater


Dices que no has sufrido el desengaño
que la existencia otorga a quienes sueñan;
que no has querido amar porque el amor
siempre nos deja herido el amor propio.
Presumes de tener muchos amigos
y de no conocer la deslealtad;
que se han cumplido todos tus anhelos.
Pregonas que los días son racimos
de luz y que no existe la penumbra.
Afirmas ser feliz porque has huido
de los riesgos de ser sentimental
y siempre te has regido por la lógica.
Que no has llorado nunca, que la vida
es un chorro de límpida alegría
y no temes la muerte. Dices que
este mundo es la suma perfección.
Creía yo que la existencia era,
puesto que todo es mejorable, un gran
fracaso que nos lleva a la templanza,
y esta al camino del sosiego. Yo
no pongo en duda tu felicidad.
Pero, si es cierto cuanto dices, digo
que o no has vivido o ya naciste muerto.

     Cuando menos lo esperas te asalta el verbo. Seguramente es la pulsión de convertir cualquier sensación en pensamiento y este en palabra idónea. Al paso de los años, la mente adquiere el hábito de darle musicalidad síquica y formal a ese pequeño rito, y cuanto piensas toma el rostro de cuadro, música o poema.
      Valga como ejemplo el texto que arriba adjunto: al cruzar unos breves correos con una amable lectora le contesté sin darme cuenta de que lo estaba haciendo en endecasílabos (si los hubiese copiado uno tras otro, sin formato de verso, pocos lectores percibirían el monocorde ruido de su ritmo). 
     No es esta más que una improvisación pretenciosa de convertirse en poema descreedor de todos aquellos que, con su eufórico e irresponsable optimismo, viven en una burbuja que ha excluido las inclemencias de la vida como parte de la vida.
     Y aquí la dejo como demostración de que conversar internéticamente no tiene por qué ser solo una "estúpida forma de perder el tiempo".