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lunes, 25 de enero de 2016

Soneto macarrónico




Demasiado tiempo ha, quise impresionar a una dama jovenciosa y le escribí en una servilleta este poemón, del que me excuso por aquí traerlo. Será la vanidad del tonto principiante y la herencia del improvisador que he sido y sigo siendo. Discúlpeme el buen lector, que yo no me disculpo la tontuciez más que por el hecho de que, quizá escribiéndolo aquí, se borre de mi memoria, en donde, contumazmente, lleva décadas dormido. 
     Comprendo que, ante tanto ripio y falsífica sintaxis, la dama se rindiera escasas veces. Pero qué tiempos aquellos. 

Soneto macarrónico

Como para inspirarme una poesía,
miré el alrededor de tu belleza
y, retando tu musa mi destreza,
le compuse un soneto a tu alegría.

Escribí que tu boca sonreía
con la fiebre del viento y la tristeza,
y que amaba tu risa porque empieza
en su tristeza la tristeza mía.

Tanto acierto logré en la inspiración
que, sin yo darme cuenta, te escribí
el corazón en forma de poesía.

Te escribí el corazón; y de aquel día
hasta cuando tomaste forma en mí
tengo versos de ti por corazón.