Innumerable es la relación de obras que ha producido el hombre. Sin embargo, vencidas las dificultades para sobrevivir físicamente, cuántas de esas obras han ocultado las verdaderamente trascendentes para la supervivencia del hombre interior, su entidad humana, la nobleza de espíritu de la humanidad.
Unas veces porque el materialismo se ha impuesto sobre todas las cosas; otras porque la mediocridad de la muchedumbre ha suplantado la sensibilidad inteligente del individuo fugitivo del mundanal bullicio. Cuántos Salieri han derribado -efímeramente- a Mozart; cuántos Wellington a Napoleón, cuántas circunstancias a esencias ...
Sigue vigente el dístico de Cantero:
El mundo cabe en un verso;
pero ¿quién sabe escribirlo?
Unas veces porque el materialismo se ha impuesto sobre todas las cosas; otras porque la mediocridad de la muchedumbre ha suplantado la sensibilidad inteligente del individuo fugitivo del mundanal bullicio. Cuántos Salieri han derribado -efímeramente- a Mozart; cuántos Wellington a Napoleón, cuántas circunstancias a esencias ...
Sigue vigente el dístico de Cantero:
El mundo cabe en un verso;
pero ¿quién sabe escribirlo?
Sacando factor común de la intrahistoria, puede concluirse que nadie es profeta en su tiempo. Lo cual no le importa al artista a la hora de crear, aunque sí le duele a la hora de saber que su esfuerzo jamás tendrá una recompensa en vida, mientras que los avellanedas, solo por existir, encuentran hueco en la memoria cervantina.
Esa poética ausente de trascendencia y robadora de verdaderas verdades es la que pretende negar esta prosa disfrazada de poema, que aquí dejo para que el lector la tenga en cuenta ante cualquier lectura:
El ripio trascendente
Pregúntese el lector de este poema
si al leerlo halla en él su autorretrato,
un destello en la sombra, un veredicto
a la interrogación de la existencia;
o si, por el contrario, sus palabras
son hijas de un ludópata verbal
que nada tiene que decir y dice
menudencias, astucias, abalorios.
Ese es el historial de la escritura
y de todas las artes: la engañosa
relación entre esencia y circunstancia.
Nada dice el poeta que se olvida
de escribir desde el hombre y para el hombre.
Hallar la identidad: esa es la meta.
Primero, una verdad inextinguible;
y después la belleza que la dicta.
Asedios a la luz son las palabras:
manantiales, lumínica estrategia.