Habiéndose dormido Trovadorius, contó sin pretenderlo en plena noche:
Hace algún tiempo, bajo el látigo de una furibunda depresión, tenía tan escasa la autoestima que me puse a contar los amoríos que pasaron por mi vida o pasé por las suyas.
Hace algún tiempo, bajo el látigo de una furibunda depresión, tenía tan escasa la autoestima que me puse a contar los amoríos que pasaron por mi vida o pasé por las suyas.
Como un imbeciloide Mejías o Tenorio conté muchas decenas, demasiadas, considerándolos una heroicidad. Sin embargo, en vez de hallar algún consuelo topé con un fracaso: porque quien pretende ser alguien en un mundo de nadies siempre está disconforme y utiliza la broca del autoconocimiento para desautoestimarse y seguir, de forma tal vez involuntaria, exigiéndose más, y autodestruyéndose acaso.
Así que me dije: Don Imbeciloide, ¿no ves que cuantos más amoríos cuentes más demostraciones tienes de que o no sabes amar, o se hartan de tu mal amor, o no sabes siquiera convivir majestuosamente en compañía? Porque lo difícil no es conseguir que nos amen sino que nos sigan amando.
Entonces intenté dedicarme a una sola persona, ofrecerle la mía, la que hay en mí y tal vez se oculta para no fracasar y sufrir y etcétera y etcétera...
Pero "asno se es de la cuna a la mortaja", que dixo el ingenioso caballero Don Cervantes.