Manantiales de aljófar quisiera yo en mi cuerpo
para que los sorbiesen tus labios derretidos
por la calcinación del desengaño.
Que tus brazos me aplasten contra tu pecho y sea
mi corazón el reino que tu amor reconquiste.
Siempre amamos a aquel que encarna nuestro sueño
y siempre es el amor el que crea a quien ama.
Derrámate en mis ojos, haz de mí tu lujuria
y quémate en mi carne hasta apagar mi fuego.
No dudes de que te amo, Caballero Implacable,
y asáltame en la noche porque anhelo tu acoso
y he de rendirme apenas inicies tu batalla.
No existe quien no ama, ni aquel que no es amado.
Antes de que me amaras era yo bruma y sombra,
constelación sin vida, penumbra y noche eterna.
Asédienme tus manos, que no soy solo espíritu
ni el amor se completa si no se unen los cuerpos.
Desnudo te deseo y me entrego desnuda
sobre la tierra ardida y bajo el cielo ardiente.
Atácame, gigante corazón de la estepa,
que yo aguardo tendida que me saje tu espada.
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