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jueves, 20 de noviembre de 2014

El abrazo ominoso

Marcha nupcial (Mendelsshon)

Un hombre -o una mujer, que en esto no están de acuerdo todos los autores- abandona su domicilio, dejando en él los años compartidos, sus hijos, sus propiedades, su futura herencia. 

El motivo: han pasado los años del amor y del romanticismo: quiere seguir soñando y va en busca de otro sueño. No atiende a que su responsabilidad exige de su libertad compartir el resto del camino que empezó a disfrutar, ahora que tiene que esforzarse para desempedrarlo, y ya que la única causa para semejante determinación es la del egoísmo, la inmadurez y huida de la realidad prosaica que pesa sobre el ser humano. Y no solo porque se haya acabado el amor, sino porque con él se comprometió a mantener un pacto, un programa de vida (otra cosa sería si el desengaño y la decisión fueran mutuos). 

¿Quién creerá que la mujer -o el hombre, que en esto tampoco están de acuerdo todos los autores de esta indeleble historia- no es más que un ser sufridor de la desproporción entre la causa y el efecto de la otra persona, y que permanece firme, afrontando las inclemencias del tiempo sobre las relaciones humanas? ¿Quién no sospechará, sin embargo, que ha tenido un comportamiento destructivo e insoportable, puesto que el desertor o desertora se ha visto "obligado" a "huir" de su compañía? ¿Quién la resarcirá si ella -o él, que en esto no están de acuerdo, etcétera- sigue ateniéndose al espíritu y la letra de un compromiso de vida -de convivencia y sus derivaciones- que acordaron una mujer y un hombre unidos por un sueño? ¿Se unieron para seguir unidos hasta que el desamor los separase o hasta que la vida los matara?
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