La maravilla
(Altamira, Lascaux / Miguel Ángel: Esbozos para la Capilla Sixtina)
Contempla la figura que surge del abismo
del corazón del hombre. Su origen pertenece
a la mitología de la búsqueda
y el hallazgo afanoso del espíritu.
Los ojos anhelantes atisban en la bruma
una efigie invisible que se va esclareciendo
conforme la palabra, el color o el sonido
dibujan su contorno de fantasma
que quiere cobrar vida. Y el pincel caudaloso,
la música silente o el verso ennoblecido
definen su silueta de poema,
de cuadro o partitura, añadiéndole al mundo
lo que aún no existía y el artista le otorga
como prolongación del universo.
Pues no hay clarividencia, sino visión y técnica,
intuición y trabajo. Y miente aquel
que afirma que es un dios el que sujeta
la mano del que escribe, pinta o canta.
Lo admirable es que un hombre,
con su esfuerzo mortal,
sea autor de unas obras que parecen
requerir la autoría de los dioses.
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