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viernes, 28 de noviembre de 2014

El abrazo azofaifo


Cuando Je vio los gólgotas de Shus sintió que su vocación era la de Jesucristo, y enseguida reclamó su derecho a ser crucificado sobre ellos: porque moría por desangrarse y diseminarse entre aquellos calvarios. Pero Iscariote Delator, que perseguía ganar 30 euros de perlas y algunas monedillas por su trabajo de traidorzuelo en la Historia, impuso la conveniencia de que aprovechasen los carnavales para disfrazar sus nombres. 

Así fue como Je y Shus pasaron a llamarse Malvada y Malvadín. Y así mismo fue como empezaron la ardorosa tarea de meter el diablo en el infierno cada vez que los fuegos diluviaban sus vidas. Era entonces cuando escuchaban interminablemente el Concierto para sexo y orquesta, de Mandolini.

De cierta importancia es conocer cuánta era la malvadez de aquellos tiempos, y cuán grande el sentido de la justicia equitativa, puesto que, cuando se separaron definitivamente, él dijo: ¡Devuélveme mis espermatozoides!

- ¡El gran problema de este cuentecillo es que es una tontería, dijo el lector nº 26.
- ¡Como todos!, dijo el nº 36.
- ¡Como todo lo que escribe este autorzuelo!, dijo el lector innumerabilis.
- ¡Es cierto!, dijeron triambos! 
Y se fueron a otro blog.

El abrazo indomable

Monólogo del cisne (El abrazo imposible)

El abrazo entre plumas

El abrazo en el cuadro

El abrazo inasible

El abrazo iniciático

El abrazo sin plétora.

El abrazo dulcífago

El abrazo inedénico

El abrazo a la muerte.

Como si fuera mi Autobiografía (El abrazo final)

El abrazo interrupto

El abrazo cautivo

El abrazo inmortal

El abrazo caníbal

El abrazo coital

El abrazo placebo

El abrazo sin rostro

El abrazo perdido (Carpe diem).

El abrazo truncado

El abrazo suicida

El abrazo invasor

El abrazo de plástico

El abrazo no dado.

El abrazo dichoso

El abrazo a la vida

El abrazo sin cuerpo

El abrazo ataráxico


El abrazo amoroso