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lunes, 20 de octubre de 2014

La estructura del humo

Strawinski: La consagración de la primavera

Dicen que poco antes de morir pasa ante nuestros ojos la película de nuestra vida. Peor debe de ser que, una vez y otra vez, pase ante nuestra mente ese telefilme melodramático: los sueños que no se cumplieron, los errores que cometimos, las tormentas en las que naufragamos... Incluso las cosas que creímos hacer bien se tiñen de melancolía y nos muestran que somos un fracaso. No hay ya otro amanecer más que el crepúsculo.

Entonces no nos queda sino levantar muros que nos defiendan, aunque siempre se convierten en celdas, o féretros, o lágrimas: trincheras mientras la vida fluye hacia la muerte.

Yo levanto palabras. De noche, sobre todo, me asomo a las estrellas y me oculto detrás de las palabras para que su contemplación me impida ver que sigo siendo cuanto no quise ser: mortal, dueño de nada, soñador.

Sin embargo, tampoco las palabras me convierten en otro. A la luz de una vela intento copiar la estructura del humo, cuya pluma invisible me dicta lo que yo, como un triste enemigo de mí mismo, no quisiera saber pero debo saber.  

La violación del cántico: eso soy.