Cuánta luz ilumina la conciencia
cuando los paraísos de la infancia
parece que se van a convertir
en realidad: llegar a los lugares
que conformaron la mitología
de nuestra identidad, y recorrerlos
devanando su arcilla, su materia
moldeable por nuestras manos;
y,
dejándonos caer sobre sus aguas,
encenagarnos en su charco, hozar
las vísceras del sueño.
Mas, de súbito,
qué gris melancolía
socava el corazón cuando el ahora
de tierra y carne ni siquiera tiene
la estatura del ansia que anhelamos
en un ayer difuso.
Así este mapa del edén ansiado
entre los pliegues de una juventud
sumida en el dolor rompe las islas
del tesoro dulcíneo y deja el sueño
de una dicha innombrable convertida
en naufragio de páramos: y ruina
es todo lo que ayer fue redención.
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