Dolores Balsalobre: ¿Quemado o dormido?
El bosque
petrificado
Un vendaval de
fuego y de ceniza
azota los
ijares de la noche
y eleva lanzas
en el bosque como
estalagmitas
hacia las estrellas.
El color de los
cuervos invade la pizarra
del paisaje,
que gime calcinado
por la
devastación de un dios colérico
ansioso de
cadáveres y ruinas.
Igual que unos
errantes fantasmas de metal
quisieran
levitar los árboles, alzarse
sobre su
plenilúnico esqueleto
hasta
transfigurarse en astros, en antorchas
para alumbrar la
nueva luz que espera
en el umbral
del firmamento. Lucha
el pincel con
la sombra, la destierra
al fondo de la
nada, siembra esquejes
de vida. Pero
asoma
inexorablemente
el cuervo y deja
su aleteo de
muerte en la mirada.
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