Chopin / Rubinstein: Estudio op 25, nº 1
Amistad
Acosado en mitad de la existencia
por la espada de la mortalidad,
persigue el corazón una deidad
que apacigüe el dolor de la conciencia.
Desengañado, el hombre ve en la ciencia
otro dios que mitigue su orfandad.
Y, prisionero de su soledad,
mira a la muerte al fin con indolencia.
Ha buscado en los cielos y en la tierra,
pero no entre los hombres; ha olvidado
el sentimiento de fraternidad.
Solo encuentra la paz en tanta guerra
-la cósmica acechanza, el sino airado-
aquel que se refugia en la amistad.
(De Ripios y ruinas), inédito).
Lázaro Carreter, polifémico él, destrozó canallescamente en el aula, ante nosotros y en la pizarra, un poema que le había dejado una alumna, pidiendo su opinión en privado.
Me pide un lector que le comente "en público" el anterior escrito; y lo hago, como ruega, sin descubrir su nombre, con severidad y recordándole que mi opinión no es una sanción, sino simplemente un escueto parecer:
Hace bien el perpetrador de este texto en esconder su nombre bajo seudónimo. Es un horrípilo y disculpable soneto juvenil, ripioso, lastrado por la rima aguda y el tragicismo tópico, que resuelve, sin convencimiento, acudiendo, tras el fracaso de la divinidad y de la ciencia, a la amistad como redención del mal del mundo. Resulta así un bienintencionado pequeño tratado prosaico, con rotundo final, nada convincente como receta antiexistencialista ni como poema, puesto que carece de lo que nunca debe faltar: lirismo. Salva al autor el hecho mismo del anonimato o seudonimato: tiene conciencia de la endeblez de su composición: por eso el título del libro al que dice pertenecer: "Ripios y ruinas". Una cosa buena se deriva de ello, que muchos debieran imitar: la autoexigencia y la falta de presunción.
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aquel que se refugia en la amistad.
(De Ripios y ruinas), inédito).
Lázaro Carreter, polifémico él, destrozó canallescamente en el aula, ante nosotros y en la pizarra, un poema que le había dejado una alumna, pidiendo su opinión en privado.
Me pide un lector que le comente "en público" el anterior escrito; y lo hago, como ruega, sin descubrir su nombre, con severidad y recordándole que mi opinión no es una sanción, sino simplemente un escueto parecer:
Hace bien el perpetrador de este texto en esconder su nombre bajo seudónimo. Es un horrípilo y disculpable soneto juvenil, ripioso, lastrado por la rima aguda y el tragicismo tópico, que resuelve, sin convencimiento, acudiendo, tras el fracaso de la divinidad y de la ciencia, a la amistad como redención del mal del mundo. Resulta así un bienintencionado pequeño tratado prosaico, con rotundo final, nada convincente como receta antiexistencialista ni como poema, puesto que carece de lo que nunca debe faltar: lirismo. Salva al autor el hecho mismo del anonimato o seudonimato: tiene conciencia de la endeblez de su composición: por eso el título del libro al que dice pertenecer: "Ripios y ruinas". Una cosa buena se deriva de ello, que muchos debieran imitar: la autoexigencia y la falta de presunción.
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