SÁBADO, 11 DE JUNIO DE 2016
Schumann: Sinfonía Renana
Hace poco recibí una página periodística en la que leí en su primera línea -donde cayeron mis insomnes ojos- que Borges dijo que los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Parece que no tiene importancia el error autorial: el universo va a seguir igualmente su viaje inextinguible. Pero no el espíritu de la verdad; y si esta se desintegra, también se diluirá el universo humano.
Firmaba el artículo A. Muñoz Molina; lo cual, por ser este académico, confiere al lapsus o desconocimiento una dimensión de grave y lesa ejemplaridad.
Porque lo cierto es que Borges el memorioso, icono de sabiduría, no es el cincelador de esa frase; la recogió, si no recuerdo mal, en Deutsches Requiem. Pero el autor de tal afirmación es Coleridge ("se nace aristotélico o platónico": la leí, jovenzuelo aún, en un ensayo -creo que de G. Díaz-Plaja) sobre el Romanticismo, publicado por la nostalgiada colección Austral). Y no debe robársele a cada uno lo que es suyo solo porque la urgencia y necesidad de despachar un artículo nos impida certificar como auténtico lo que es nada más que probable.
(No sé dónde coloqué el dicho ensayo, para corroborarlo. ¿Estaré perpetrando igual delito memorístico?).
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