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martes, 2 de octubre de 2018

Un poema, otra voz, 7



Como buena directora de guardería, Raquel Gracia Guerrero es muy sensible a los hijos ajenos. Esta lectura, que agradezco, lo demuestra.  

Hijo mío: contigo yo tenía 
una razón para seguir viviendo. 
Orientarte en el mar de la existencia, 
evitarte el dolor, darte la dicha 
eran mi pretensión, justificaban 
mi vivir. Tu sonrisa sostenía 
la luz cada mañana.

Ya no escucho tu voz, ni el gorgoteo 
de tu sangre en la mía. 
¿Qué separa la vida de la muerte 
sino que la hombredad de un ser 
pasa a otro ser y nunca muere el hombre, 
pues sus hijos son su resurrección?

No hay soledad más grande que la pérdida. 
Pero mira en el alba: aquí te espero 
como un mar que conoce
que todo manantial acaba en él. 

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