Increíble resulta que a estas alturas de la Historia del Pensamiento haya andrajosos del mismo que se escandalizan ante las reflexiones que no comparten, sobre todo si estas están sostenidas por razonamientos y no por caprichudas estolideces.
Y sin embargo, en Facebook se esconden los mayores fanáticos que pueda imaginarse, afortunadamente -todavía- con las únicas armas incruentas de prohibir cuanto se les antoja.
¿No les sería más provechoso a estos pitecantrópicos criterios dejar de leer a quienes les disgustan en vez de, masoquistamente, seguir leyéndolos para atisbar cualquier expresión "socialmente incorrecta" y denunciarlos? Pero claro: se consideran poseedores de la verdad suprema y, por tanto, guardianes de la biempensancia.
Una cosa es la libertad y otra el libertinaje. La libertad nos permite buscar la sensatez en nuestros actos y palabras; el libertinaje es una dictadura regida por la insensatez del pensamiento uniformado y único: aquel que condenó a la hoguera a quienes descubrieron el sistema circulatorio o el heliocentrismo -que liberaba a los dioses de su trabajoso juego de la peonza cósmica o el empujón de los glóbulos hacia y desde el corazón-.
Me han echado tantas veces de Facebook que a punto estoy de autoexiliarme. En el nombre del hombre -hombres, mujeres- pido a sus dirigentes que desoigan a cuantos denuncian sin demostraciones: durante la Inquisición bastaba una acusación anónima para que torturasen al acusado hasta confesar lo que no había hecho.
La Naturaleza (llamémosla Dios) nos da la facultad de pensar; pensar significa dudar de todas las verdades establecidas para tratar de establecer otra verdad menos contaminada de mentiras... y así interminablemente. ¿Y los creyentes contradicen al Dios en el que creen negándose a pensar, que es la única cualidad que dignifica al animal llamado hombre? ¿No son ellos los blasfemos?
(Me témome que ya hay algún heroíno feisburgués que me está denunciando en este instante).
La Naturaleza (llamémosla Dios) nos da la facultad de pensar; pensar significa dudar de todas las verdades establecidas para tratar de establecer otra verdad menos contaminada de mentiras... y así interminablemente. ¿Y los creyentes contradicen al Dios en el que creen negándose a pensar, que es la única cualidad que dignifica al animal llamado hombre? ¿No son ellos los blasfemos?
(Me témome que ya hay algún heroíno feisburgués que me está denunciando en este instante).
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