Para leer sobre Teluria pulsar:
El libro de Teluria (I)
El Libro de Teluria (II)
El Libro de Teluria (III)
Purcell: Lamento de Dido
13
Comprendo ahora que debí arrancarte
Comprendo ahora que debí arrancarte
de mí, igual que una serpiente
abandona su piel para seguir creciendo
libre de la que fue
y renacer siendo la misma en otra.
Te fui dejando en los arroyos claros
y en las palomas, en los albañales,
en los caminos, en los viajes, mapas,
cartas y libros, entre cuantas cosas
tocaba o despedía para huir
de tu presencia amante y dolorida.
Pero el amor es frágil y no supe
decirte adiós, quedarme en otros brazos
en los que te busqué y de los que huí;
no conseguí volver a ser quien era
antes de que tus manos y tu voz
me hicieran como soy, como aún anhelo
seguir siendo, pues tú me descubriste
que la luz está dentro de nosotros.
14
Se estremecen los besos en mi piel
Se estremecen los besos en mi piel
y ruedan, ya marchitos, como tristes
cadáveres nacidos de unos labios
con los que enajenaba soledades,
indefensiones y ansias. Las palomas
que embriagaban mi cuerpo en el crepúsculo
quedaron en la esquina de la noche,
y pertenecen ahora a tantas cosas
como creía amar, en un instante
en el que hallaba un dios que me invitaba
a soñar, a vivir una existencia
ajena al desengaño, aunque después
sólo desolación y oscuridad
quedó a mi alrededor. Y la esperanza
de conquistar los sueños muere lenta,
cada día más lentamente muere
envuelta en el fragor de los anhelos,
herida por la urdimbre del fracaso
que se acumula, un día tras de otro,
sobre mi corazón riente, uncido
a un edén que tal vez nunca regrese.