Chaikoski: Romeo y Julieta
- ¿Pero no te das cuenta de que si te valoraras a ti misma ya habrías eliminado esa pequeña mancha que afea tu imagen? Si te vistes bellamente para los demás y para ti, ¿por qué no te comportas con igual nobleza e intención para todos, incluido yo, y prefieres que acepte tu comportamiento, que no muestra tu ser, sino solo tu estar?
- ¡Soy como soy!
- Eres como has aceptado que te hagan; y si tienes 99 virtudes, debes mejorarlas; y si tienes un defecto, debes eliminarlo, o intentarlo. ¿Qué harías con un diamante -al que, diciéndole que lo es, y que sería perfecto si eliminase una motita de polvo- se obstina en mostrar continuamente su pequeña mancha?
- ¡Tú no me quieres!
- Si no te quisiera no hubiera soportado durante tanto tiempo tu empecinamiento en un error, o me daría igual. Y si me quisieras ya habrías intentado evitarlo. Pero sigues el criterio erróneo de que todo el mundo quiere cambiar a todo el mundo. En realidad es todo el mundo el que debe cambiarse a sí mismo tras una profunda meditación sobre si posee la verdad o solo la costumbre de creer que la posee.
- Voy a marcharme. Así podrás irte con otra mejor.
- Sabia decisión: quieres creer que lo haces por mí, pero lo haces por ti: así, puesto que dices que cada vez me encuentro peor de salud y contigo, si empeoro yo o nuestras relaciones, no tendrás causa para acusarte.
- ¿...?
- ¿Por qué cuando empezamos una conversación la convertimos en disputa, alejamiento, irreconciliación? ¿Por qué aconsejar lo entiendes como sermonear, y la buena intención como maldad? ¿No es más fácil pensar en la sensatez del consejo y, luego, desecharlo si es insensato? Te ocurre lo que le ocurre al mundo: el mundo va tan deprisa que ha olvidado que andar despacio es lo que lo hace avanzar serenamente y en la buena dirección. Cuidar la exactitud de la palabra, el tono, el gesto, ser prudente: esa es la divisa. Pero no: ya todo se rige por este epitafio: Si tratas de salvar a quien se obstina en morir seréis dos los cadáveres.
- Si no te quisiera no hubiera soportado durante tanto tiempo tu empecinamiento en un error, o me daría igual. Y si me quisieras ya habrías intentado evitarlo. Pero sigues el criterio erróneo de que todo el mundo quiere cambiar a todo el mundo. En realidad es todo el mundo el que debe cambiarse a sí mismo tras una profunda meditación sobre si posee la verdad o solo la costumbre de creer que la posee.
- Voy a marcharme. Así podrás irte con otra mejor.
- Sabia decisión: quieres creer que lo haces por mí, pero lo haces por ti: así, puesto que dices que cada vez me encuentro peor de salud y contigo, si empeoro yo o nuestras relaciones, no tendrás causa para acusarte.
- ¿...?
- ¿Por qué cuando empezamos una conversación la convertimos en disputa, alejamiento, irreconciliación? ¿Por qué aconsejar lo entiendes como sermonear, y la buena intención como maldad? ¿No es más fácil pensar en la sensatez del consejo y, luego, desecharlo si es insensato? Te ocurre lo que le ocurre al mundo: el mundo va tan deprisa que ha olvidado que andar despacio es lo que lo hace avanzar serenamente y en la buena dirección. Cuidar la exactitud de la palabra, el tono, el gesto, ser prudente: esa es la divisa. Pero no: ya todo se rige por este epitafio: Si tratas de salvar a quien se obstina en morir seréis dos los cadáveres.