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martes, 1 de diciembre de 2015

Lecturas imprescindibles, 7; Alibech


Narración de Alibech: El diablo en el infierno

Yo transitaba por mi vida como si la vida no fuera conmigo, como si un tirano cósmico hubiese confabulado el universo contra mí, igual que si ya estuviera muerto y contemplase mi propio funeral. Las calles de Orihuela eran caminos que llevaban a todos los cadalsos. Solo hallaba sosiego cuando me refugiaba en el santuario de la Biblioteca de Loaces.
     Aquel día abrí un libro que no había podido comprarle al hombre de los libros: el que me los cambiaba por los tebeos que, antes, le había comprado yo.
     Y allí estaban los diez cuentarrelatos contándose durante diez días cuentos que entretuviesen el doloroso exilio -yo de la vida, ellos de la muerte segura por la peste en Florencia-. Era El Decamerón. A la mañana siguiente me deshice de la colección de El guerrero del antifaz.
     Cuánta vida había allí entre humor y pasiones, sensualidad bienquista, realidad,  fantasía. Cuánta Alibech oculta y sin disfraz entre sus páginas. Qué descubrimiento el de meter el diablo en el infierno para ponerlo en práctica cuanto antes. Y cuánta picardía que no encontré después en Lázaro ni el Buscón. Triunfaba el carpe diem vitalista sobre el ubi sunt existencial. 
     Boccaccio, aquel que amara a la bella Fianmetta -como Petrarca a Laura y Dante a su Beatriz- se alzaba sobre el llanto y cantaba para olvidar sus penas. 
     Y endulzaba las mías.
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Pasolini: Decamerón