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martes, 15 de diciembre de 2015

La conquista del saber, 21



(Apéndice)

(*) Sátira

Verdad es que también hay malos libros.
Incluso los autores más ineptos
hallan lectores que se les parecen.
Pues ya desde Pitágoras sabemos
que la suma integral de los catetos
es lo que hemos llamado muchedumbre.
Si admitiéramos que el factor común
de la humanity es la mediocridad,
aceptaríamos sin inculpaciones
que en nuestra sociedad, muy tristemente,
todos tienen derecho a la cultura
y pocos lo convierten en deber;
que solo existe el adocenamiento;
que emergemos al mundo, lo sentimos,
lo transformamos en ideas y
lo vivimos como una realidad
que nos parece igual a la de todos,
pero es distinta para cada uno.
Nos une el inconsciente colectivo,
lo que tenemos de alma universal;
nos separa la íntima conciencia
que hemos desarrollado con saberes
o entumecido con nuestra ignorancia.
No existe el mundo; existe la experiencia
que tenemos de él: lo que aprendemos.
Lo demuestran las listas de best-sellers:
sobre lo sustancial triunfa lo efímero
porque la muchedumbre es epidérmica;
aunque el tiempo rescata las verdades
y muestra que el best-sellers más auténtico
es Homero, y Virgilio, y es Boccaccio,
y es Velázquez, y es Schumann, y es Etcétera.
Si un autor de hoy leyera libros clásicos,
el lector leería los modernos
sin padecer atrofia cerebral.
Ya Fogazzaro censuraba que
"en los tiempos de La Fontaine hablaban
los animales; hoy también escriben".
Porque hoy hay solo un libro: La Pantalla;
y en tal libro está escrito: “no leerás”.
Hasta el mismo Cervantes, que es modelo
de templanza, empuja hacia la hoguera
cuantos libros nos insensibilizan
para apreciar la voz universal.