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miércoles, 16 de diciembre de 2015

Lecturas imprescindibles, 8: Lope

Lope: A la noche

Tenía yo trece años y me refugiaba de una fatal melancolía bajo la escalera de mi domicilio, y también en el callejón trasero, próximo al río, del comercio de mis padres.
     Allí instalaba una mecedora y algunos libros, más una pequeña radio que sintonizaba la emisora clásica. "A mis soledades voy, / de mis soledades vengo...", repetía incansablemente mi emisora interior.
     Abría el libro de turno -que había comprado con la venta de los tebeos de antaño-. Lope y los suyos pasaban ante mí a razón de dos o tres títulos diarios. Y yo era Lope y sus versos describiéndome un mundo endecasílabo, octosílabo, soneto... 
     Y se amainaba la melancolía. 
    (Dos o tres años después escribía yo obras teatrales de 3.000 ripios, a la manera aureolopesca, y aún conservo alguno de aquellos engendros).
     Nunca he podido soportar las representaciones de teatro: ninguna era como mi imaginación las había subido al escenario. Recuerdo, por ejemplo, la magia que encontraba en El caballero de Olmedo. Yo era aquel de Olmedo, muerto sin vivir en mí, prisionero de un destino laberíntico. Yo era aquel, y tantos otros.
     Y se amainaba la melancolía.