Verdi: Dies Irae
Claro está que esa creencia conduce a la indefensión y el desamparo, ya que el hombre no puede levantar el Universo con sus fuerzas, y cae derrotado por él. Aunque tal vez sea la soberbia de considerarse autosuficiente la que le impide aceptar como lógico que haya una Mente Superior capaz de comprender la existencia; y que, además de comprenderla, sea su creador y continuador. Porque, si es así, todo apunta a que ese Artífice Supremo es insensible al sufrimiento humano, o cruel, o contumaz, porque permite que el hombre permanezca dolorosamente ajeno a su origen y destino. Nadie quiere nacer para sufrir, ni siquiera aunque ese dolor conlleve unas vacaciones eternas en el palacio de los cielos.
Así que: bienvenido sea el señor Jesucristo como hombre esforzado hasta parecer un superhombre; y bienllegados sean todos los hombres de la Tierra que desean lo mejor para sí mismos y para los demás. Pero que la necesidad de un Dios explicativo de este caos no enturbie la razón para asumir la Crueldad como Divinidad.