Offenbach: Barcarola
Laura cuidaba de sus tres hijos, olvidaba a su ex-marido y se aferraba a la memoria de su padre como si la nostalgia fuese capaz de resucitar el tiempo desbocado por los desfiladeros del ayer.
Enseñar era su profesión; y, asimismo, intentaba que su corazón, volcado en sueños, aprendiese templanza.
Inteligente, apasionada y ávida de ternura, fotografiaba cuanto hubiese querido poseer para adornar su mundo de una forma serena y transparente.
Inteligente, apasionada y ávida de ternura, fotografiaba cuanto hubiese querido poseer para adornar su mundo de una forma serena y transparente.
Para ella la utopía era algo alcanzable mediante el amor y el carpe diem, verdaderos transfiguradores de la prosa cotidiana. Adoraba el instante y desdeñaba la temporalidad. Buscaba una palabra que la definiera y encontró un talismán en el sonido "índigo". Lo pronunciaba cada vez que quería transformar su alrededor.
Un día se enamoró de uno de sus sueños azules. Y cuando abrió aquel regalo y vio el verdadero rostro de los sueños se marchitaron todos los añiles y las rosas con que había tejido su esperanza.
Entonces, la besé.
Brotaron estos versos: