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lunes, 7 de febrero de 2022

Ronsard: Prieto de Paula y otros

Elegía, himno o sátira?

¿Qué quisiéramos sino percibir, como lectores, la exactitud que los autores de cualquier lengua escribieron en la suya y no es nuestra porque la desconocemos? Y no es que el traductor sea un traidor, sino que la lengua es un ser vivo que otro ser vivo llamado lector interpreta sin poder liberarse de las convulsiones significantes de la palabra, el idioma, la connotación... Traducir no es sino interpretar fielmente en otra lengua lo que el autor creó en la suya. Y nadie puede ser el que no es, por mucho que intente investirse de tal. Una frase melódica de Bach no suena igual en las manos pianísticas de Gould que en las de otro intérprete. 

He aquí un difícil ejercicio de apropiamiento de un hermoso soneto que, partiendo de la tradición, otros muchos poetas han imitado y muchos han traducido lo más fielmente al original y lo menos infielmente a su interpretación, dicción y estética.

Adelanto el poema original y cómo lo leo en castellano, sin el corsé de la métrica:
Pierre de Ronsard
Sonnet à Hélène

Quand vous serez bien vieille, au soir, à la chandelle,
Assise 
auprès du feu, devidant et filant,
Direz, chantant mes vers, et vous esmerveillant:
Ronsard me celebroit du temps que j'estois belle.

Lors vous n'aurez servante oyant telle nouvelle,
Desja sous le labeur à demy sommeillant,
Qui, au bruit de Ronsard, ne s'aille réveillant,
Benissant vostre nom de louange immortelle.

Je seray sous la terre, et, fantosme sans os,
Par les ombres myrteux je prendray mon repos;
Vous serez au fouyer une vieille accroupie,

Regrettant mon amour et vostre fier desdain.
Vivez, si m'en croyez, n'attendez à demain ;
Cueillez dés aujourd'huy les roses de la vie. 


Soneto a Helena

Cuando seas anciana, y estés frente al crepúsculo,
sentada junto al fuego, hilando y devanando,
dirás maravillada recordando mis versos:
Ronsard me celebraba cuando yo aún era hermosa.

Entonces no habrá nadie, al oír mis poemas,
incluso si el cansancio lo hubiera adormecido,
que al ruido de Ronsard no despierte del sueño
y bendiga tu nombre con odas inmortales.

Yo estaré bajo tierra y, fantasma sin huesos,
descansará mi cuerpo junto a mirtos umbríos.
Tú estarás, ya marchita, delante del hogar,

añorando mi amor y odiando tu desdén.
Así que créeme: no esperes a mañana;
coge desde ahora mismo las rosas de la vida.

Resalto algunos de sus semas para ver cuál de los traductores acierta o desacierta en su sonetización, tarea que siempre empuja a la distorsión semántica cuando no a su desvarío ("con estupor de abuela", "aún con el agua al pie", "al escuchar tal cosa"...) por los condicionamientos de la rima, el ritmo ... 

    - Himnificación del amor: Ronsard ensalza la belleza de Helena, a quien ama y por quien no es amado. Himnifica el amor.
    - Para convencerla de que lo ame recurre al consejo imperativo del carpe diem final -casi la conclusión de un silogismo-, no sin antes hacer que se contemple a sí misma en una estampa en la que es vieja, chantajeándola emocionalmente con esa contemplación al resaltar la fealdad que nadie le aceptará y que solo podría paliar con el recuerdo de que vivió amorosamente (por ejemplo, con Ronsard, quien la amó y cantó su belleza). 
    - Es como si le dijera: Rectifica, Helena; si no quieres verte así, ámame.

Veamos ahora tres traducciones -de Leopoldo Panero, Javier Lentini y Fernando Aguirre de Cárcer- o versiones enclaustradas en el soneto, que no destilan el lirismo melancólico del original ni recrean suficientemente el pequeño universo fundido de himno,, elegía, sátira y amenaza, futuro y pasado imaginarios: como una brevísima utopía que devendrá distopía; y, finalmente, otra inédita de Ángel Luis Prieto de Paula que, en mi opinión, mejora las precedentes:

Leopoldo Panero:

Cuando vieja ya seas, y a la luz de una vela
te sientes junto al fuego, con el hilo en la mano,
al entonar mis versos, con estupor de abuela,
dirás: cuando era bella, Ronsard me alabó en vano.

No vivirá ya entonces la criada en duermevela,
casi rendida al término del quehacer cotidiano,
que al oír ¡Ronsard! despierte, con voz que el sueño vela,
bendiciendo, al nombrarte, lo inmortal de lo humano.

Fantasma deshuesado, yo estaré bajo tierra,
y entre mirtos sombríos de mi paz gozaré;
tú, anciana, que los ojos junto al rescoldo cierra

mi amor lamentarás y el desdén de mi fe.
No esperes a mañana: mi consejo no yerra.
¡Coge hoy las rosas vivas, aún con el agua al pie!


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                                    Javier Lentini:
Cuando seas muy vieja, al claror de una vela
junto al fuego, de noche, devanando e hilando,
recitando mis versos, dirás, maravillando:
Ronsard me celebraba, cuando yo era muy bella.

Ante tal nueva, ni una habrá, de tus doncellas,
ya sobre sus labores a medias dormitando,
que al rumor de mi nombre no vaya desvelando,
con eterna alabanza bendiciendo tu estrella.

Yo estaré bajo tierra: fantasma nebuloso,
entre mirtos umbríos tomaré mi reposo:
Tú, en el hogar, serás una anciana encogida,

lamentando mi afecto y tu desdén, puritana.
Vive, créeme, ahora: no aguardes el mañana:
Recoge desde hoy mismo las rosas de la vida.


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Fernando Aguirre de Cárcer:

Cuando seas muy vieja, en la penumbra ociosa,
hilando y devanando junto al fuego sentada,
al cantar mis estrofas dirás maravillada:
“Ronsard me celebraba cuando era tan hermosa”.

No habrá sirviente entonces al escuchar tal cosa,
por el trabajo rudo ya medio adormilada,
que al rumor de mi nombre no despierte encantada,
bendiciendo tu nombre, de alabanza gloriosa.

Yo estaré bajo tierra y, espectro descarnado,
a la sombra del mirto dormiré sin cuidado.
Tú serás en tu hogar una anciana encogida,


llorando mi amor muerto y tu repulsa vana.
Créeme: Vive ahora. ¡No esperes a mañana!
¡Recoge cada día las rosas de la vida!

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                        Á. L. Prieto de Paula:
Cuando seas muy vieja, en la estancia sombría,
devanando e hilando, junto al fuego sentada, 
musitarás mis versos; luego, maravillada,
dirás: “Cuando era hermosa, Ronsard me enaltecía”.

No habrá ya una criada haciéndote compañía,
que, exhausta del trabajo y medio adormilada,
al escuchar mi nombre, dé un respingo alterada
y glorifique el tuyo, de inmortal nombradía.

Yo estaré bajo tierra, fantasma deshuesado,
y a la sombra del mirto descansaré acostado;
tú serás a la lumbre una vieja encogida.

Mi amor y tu desdén ya serán pena vana.
Hazme, pues, caso y vive: no aguardes a mañana.
Desde hoy mismo recoge las rosas de la vida.

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