Der laiermann
Winterreise O
I
Todas las tardes salgo a caminar,
Todas las tardes salgo a caminar,
cuando el ocaso asoma su incendio diamantino,
por el bosque de piedra que ya es esta ciudad.
En esta casa oscura, tan luminosa ayer,
aún vive -todavía-, lentamente alejándose,
mi Amada, la que puso su sonrisa
en mis labios y me enseñó a mirar
la luz que hay en las sombras.
No hace mucho
de esa vida feliz que compartimos.
Vengo
cada tarde a resucitar aquella
existencia. Contemplo el alto cielo. Sale
enseguida la luna dispuesta a recordarme
con su cadáver gris cómo Ella se marchó
definitivamente, y cómo yo me fui
de esta casa, también
herido.
En el crepúsculo
paso por esta calle y son cenizas
lo que mi corazon sigue encendiendo
mientras crece la noche.
II
Yo contemplo la noche estremecida
por el fragor de las constelaciones
y oteo el nacimiento del origen
devanándose hacia un final sin fin.
Un dios sin rostro puso la semilla
de la absoluta perfección, y el mundo
se ofreció ante los hombres igual que una manzana
inalcanzable y pura, convertida
en veneno sin triaca
si nuestra voluntad la cultivaba.
Así fracasó el mundo; y me pregunto
qué hubiera sucedido si el buen dios
hubiese permitido que los hombres
fueran demiurgos de sus propias vidas.
@tú eres yo y yo soy tú, conciencia errante de una humanidad silente y cósmica@
III
En una de esas noches llameantes
palpé la vibración del río, vi,
palpé la vibración del río, vi,
recostado en su orilla,
la alta luz de una estrella silenciosa
incendiando la sombra; el fuego azul
de los sueños brizó mi corazón
y sustanció la invisibilidad:
su reverberación se hizo materia
y, como un clavecín multiplicante,
brotó una sinfonía de esplendores
y todo lo inefable se hizo verbo.
¿Hay más vida detrás de las estrellas?,
pronunciaba un relámpago interior.
IV
Entro en mi corazón y hallo la luz
de la naturaleza transmutando
la materia, el espíritu, las cosas
que conceden la plenitud al caos.
En esa claridad no existe el tiempo,
no hay antes, ni después, ni ahora;
todo es la transparencia de sí mismo;
no hay más todo que el uno innumerable,
y el uno innumerable está en el todo
como yace lo ubicuo en lo infinito :
El armonioso paroxismo cesa
de súbito como una estratagema
de algún dios o diablo inescrutable.
V
Qué feliz convivencia la de entrar en el alma
y hallar el propio corazón diciéndote
las palabras que tú ya le dijiste
y muestran vuestra cálida armonía.
Como siempre he vivido separado del mundo
no me duele esta fiera soledad que la muerte
me impone, dulce Amada. Pero es cierto
que desde que te amo ya no me basto solo
y me parece cruel este castigo.
¿Hay más vida detrás de las estrellas?
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