XLV.- Mensaje en una botella
Todos los días me sorprendo hablándote
no con mis labios, sino con mi pluma
cuando te veo hermosa como un astro
tatuado en el crepúsculo. Y estalla
un volcán interior que se derrama
en palabras y versos. Te aproximas,
gaviota de la tarde, y me distraes
trazando garabatos en el aire
mientras espías mis palabras. Yo
te empujo suavemente entre las rocas
salpicadas de mar. Luego, en la arena,
recojo mi escritura, la convierto
en un mensaje náufrago y lo lanzo
dentro de una botella. Tú, amor mío,
la encontrarás un día
junto a la orilla de tu corazón
y me reconstruirás cuando me leas.
Talismanes verbales, mis palabras
me resucitarán sobre tus ojos.
XLVI.- El castillo
Mira la espada y el puñal hundiéndose
en la garganta del guerrero, siente
el vino y el diamante enamorando
en noches de lujuria, escucha el pífano
clamando cetrerías. Todo es ya
ceniza devanándose en el tiempo.
Trovadores, juglares, reyes, besos:
también mueren las armas del amor,
la ajorca del poder.
Mira la espada y el puñal hundiéndose
en la garganta del guerrero, siente
el vino y el diamante enamorando
en noches de lujuria, escucha el pífano
clamando cetrerías. Todo es ya
ceniza devanándose en el tiempo.
Trovadores, juglares, reyes, besos:
también mueren las armas del amor,
la ajorca del poder.
XLVII.- Grabado en la corteza
La noche deja entre nosotros vértigos,
huellas de estrellas, lumbres
y sortilegios en el corazón.
Nos envuelve la miel del tacto, caen
fragmentos de la luna,
y el ruido del amor se eleva y canta
entre arpegios de sombras.
En la caverna de la noche alzamos
un himno en el que suenan
todos los besos de cuantos se aman.
huellas de estrellas, lumbres
y sortilegios en el corazón.
Nos envuelve la miel del tacto, caen
fragmentos de la luna,
y el ruido del amor se eleva y canta
entre arpegios de sombras.
En la caverna de la noche alzamos
un himno en el que suenan
todos los besos de cuantos se aman.
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