Marcello: Adagio
Ella y él galopaban, corazones corriendo, por el andén del tren que se escapaba. Él se subió con ansias de quedarse, deseando permanecer prendido del fugaz abrazo. Durante el viaje recordó los rapidísimos besos en el rostro, y se entristeció por no haberse detenido entre las dos mejillas, sobre la boca, para sellar la despedida bilabial, tetralabial, como un acorde súbito. Probablemente ella se lo habría reprochado; pero ¿quién puede recuperar un beso sino dando otro en la misma boca que se lo robó y, así, sorber con él el que le fue robado? ¿Y no se iniciaría de esta manera un amoroso bucle interminable de hurto y devolución?
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