La infancia y primeros años de la adolescencia son las raíces y los arbotantes de la personalidad. Y un recorrido por ellas es lo que hace Antonio Moreno en estas páginas.
Desde el instante en que nacemos la mente va acumulando experiencias sonoras y visuales, como en una cinta de audiovídeo, que los años grabarán indeleblemente hasta componer el puzle de la identidad, bastión al que la sensibilidad acude para desenterrar lo que siendo pasado determinante se convierte en futuro.
Quiero decir: Si Rilke hablaba de la infancia como única patria, y Freud de la misma como irracional velero que traza nuestra ruta, estas memorias, inventadas o pulimentadas -o no- por el recuerdo, componen el tejido con el que se viste la escritura en prosa y verso del autor. Sin embargo, también es cierto que si (Goya:) "el sueño de la razón produce monstruos", igualmente el sueño de la razón infantil produce sueños, o arcángeles -aunque luego se conviertan en infiernos o diablos-. Por eso "siempre hay un niño que pierden / todos los poetas", que escribió García Lorca en el "Poema de la feria".
La mente del niño es una patria limpia y sin recodos. Aun no ha comenzado a fluir el río de la muerte, como tu dices. Porque la muerte, puede ser la parca, con su guadaña afilada y traidora. Pero también la experiencia torcida y miserable. Por eso, hemos de cuidar que los hábitos que inoculamos al niño sean conductas positivas. Aunque también es bueno matizar lo positivo con retazos de realidad, sustento de la propia vida.
ResponderEliminar