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viernes, 17 de mayo de 2019

Postal de Miguel Hernández.

Voz de Miguel Hernández
"Y pues Vuesa Merced me escribe que le escriba, he aquí mi historial:

    "Cuando se es ambicioso todo se quiere poseer. Yo opuse a mi pobreza y anonimato la ambición de enriquecer mi imagen, y la canalicé en la escritura. Era inteligente: y cultivé mi inteligencia. Era engreído y eufórico: y procuré darme publicidad de todas las maneras que pude, incluso al margen de la ética: a través del catolicismo sijeniano, los pordioserismos oriolanos, la mendicancia a Lorca, Neruda, el comunismo... todo cuanto pudiera favorecerme.
   Empecé imitando, como todo aprendiz, y creyendo que superaba a mis maestros. Escribí Perito en lunas como si descubriera el mundo antes que Góngora. Y El rayo que no cesa como si no hubiesen existido Quevedo ni el Siglo de Oro. Y Viento del pueblo porque era inevitable en aquel momento, y porque la visión de la guerra me hizo comprender que en el mundo había algo más que ambiciones literarias y triunfos sociales. 
    Probablemente, ahí empecé a renegar verdaderamente de mi eslogan de "poeta cabrero" para fijarme en los otros hombres, los que sufren haya guerra o haya paz. Y en El hombre acecha aprendí que la acechanza de la vida se me venía encima con los preliminares de la muerte que son las pérdidas: la libertad, el hijo, la existencia. Fue el Cancionero -y sus limítrofes- lo que ennoblecería lo anterior: cuando desemboqué en el poema mi condición de ser humano y no de poeta.
     Déjenme en paz, por tanto, cuantos siguen prevaricando mi vida y mi escritura con provincianismos, cotilleos y peritajes, que ya se sabe que se aprende en los libros -cosa que yo hice- y no en las aulas, aunque ayuden".
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