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miércoles, 25 de julio de 2018

El fracaso social.


Britten: War Requiem
Arvo Pärt: Canticus

   El fracaso de la sociedad radica precisamente en aquello que tiene por un logro: el “estado de bienestar” aceptado como el enriquecimiento de unas pocas naciones y unos pocos individuos dentro de cada una de ellas; es decir: el triunfo del factor económico sobre cualquier otra consideración humana. En ese sentido, el “estado de bienestar” entendido como una serie de privilegios confortables y no como una superación del malestar físico y emocional es un estado de injusticia universal.
      ¿Cómo convencer a un pueblo de que no debe conformarse con “pan y circo”, si sus líderes le han enseñado que eso es lo que debe querer? ¿Y cómo ennoblecer a unos políticos nacidos de tal ciudadanía? La alienación es la nueva forma de educación, y el desentendimiento de lo ajeno la nueva solidaridad. La Economía debería estar al servicio de los hombres, y no los hombres al servicio del dinero. Los múltiples terceros mundos actuales mantienen su tercermundismo porque los países ricos aumentan su riqueza al no solidarizarse económicamente con los pobres. Si hoy no somos todos iguales, en un mundo acaudalado como el nuestro, es por inconsciencia más que por mala conciencia. Hoy es posible alimentar a todos los habitantes de todas las naciones si algunas naciones así lo determinan. Pero los intereses creados no crean intereses altruistas. Además: el sentimiento de culpabilidad individual es tan grande que poner remedio es admitir la culpa; y, al no admitirla el ciudadano, los gobiernos se despreocupan porque no afecta a los votos. Así, la ayuda internacional sigue siendo, a la par que una remota esperanza, un espejo vergonzoso del hombre individual y colectivo.
     Caídos los dioses, ¿qué le queda al hombre sino este mundo de hombres? Y de este mundo, ¿qué, sino soñar con otro mejor? ¿Y cuándo pasará del sueño a la acción contra las pesadillas?

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