Haendel: Sarabande
La vida es un país desconocido que cada uno debe descubrir y conquistar para su propio bien sin arrasar el bienestar ajeno.
Dos cosas debemos saber y son esenciales para sobrevivir dignamente: qué queremos y qué estamos dispuestos a hacer para conseguirlo. Es decir: la reflexión sobre nuestro futuro y la voluntad para ponerlo en acción desde el presente; asuntos ambos que deben ir acompañados de ética y responsabilidad. Y si en la búsqueda de ese porvenir, después de haber previsto cuanto podíamos prever según nos enseñó el pasado, nos equivocamos a nuestro pesar, detengámonos y, sin esperar que nadie nos perdone, y sin inculpar a nadie, disculpémonos y perdonémonos a nosotros mismos, porque solo el propio perdón -la propia comprensión- nos es imprescindible.
No caigamos en la contumacia de creernos infalibles creyendo que podemos hacer del autoengaño y su correspondiente mentira un ariete para golpear la realidad hasta darle la forma de nuestros intereses. No existe mejor terapia que la de quedarnos solos frente a nuestros errores y defectos una vez que hemos decidido evitarlos con nuestras virtudes para convertirlos en aciertos.
No caigamos en la contumacia de creernos infalibles creyendo que podemos hacer del autoengaño y su correspondiente mentira un ariete para golpear la realidad hasta darle la forma de nuestros intereses. No existe mejor terapia que la de quedarnos solos frente a nuestros errores y defectos una vez que hemos decidido evitarlos con nuestras virtudes para convertirlos en aciertos.