El hombre solo puede sobrevivirse prolongando esta vida o creando otra que sea vivida por cuantos van naciendo tras él. Para eso debe construir una obra tan inolvidable que todos la necesiten y la salvaguarden. Quien desea perdurar debe escribir -pintar, componer...- a guerra y muerte contra quienes escriben -pintan, componen...- igualmente para perdurar. Nace lo que bien puedo llamar darwinismo artístico: una lucha por la permanencia -artística: vital- en la que cada autor debe superar a los demás, matar a los que quieren disputarle un lugar en la memoria.
El arte es, así, una carrera de relevos en la que solo permanecen los mejores. Y estos, por extraño que parezca, no son los que se dejan llevar por poéticas artísticas, sino los que defienden y avivan la estética y ética humanas: quienes escriben para el hombre, no para el arte.