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viernes, 11 de julio de 2014

Poetilandias

Berio: Secuencia III

Me gustaría creer que cuando se dice "personas humanas" no se comete cacofonía semántica -ni redundancia inútil-, sino que se pretende diferenciar a estas de las muchas personas inhumanas que hay en la vida. De lo que estoy seguro es de que, a pesar de que la literatura solo es válida si es a la vez vida, existen palabras humanas y otras solamente literarias: impersonales, inhumanas. 
          Basta asomarse a algunos libros para verlo: no toda verbalidad tiene su referente en el corazón de la existencia de los hombres; algunos autores crean su idiolecto considerando que el chisporroteo verbal o su laberinto es la finalidad de la escritura, y no solamente un medio más.
          Igual que el siglo veinte ha sido el de la tecnología y la deshumanización social, la poesía -el arte- de la última centuria ha despersonalizado la lengua mediante el culto a la lingüística, impostando la voz del contenido emocional con el continente racional en su más aséptica, y aun cancerígena, dicción. Igualmente, el arte de masas ha hipertrofiado la sensibilidad para lo huero y efímero, elevando lo frívolo y vulgar a la categoría del ejemplo. 
          Si  lo que se dice necesita un timbre y una emoción dictiva para ser humano y perdurable, lo que se está diciendo en las actuales poetilandias solo es inteligible para los diccionarios, únicos libros que no son seres humanos aunque contengan todos sus músculos, órganos y huesos. Y es que humano solo es el individuo, no el grupo.