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viernes, 13 de junio de 2014

Lejos de toda furia, 2


Ketelbey: En el jardín de un monasterio

Cuando un hombre pretende enmendar el mundo es considerado loco -como bien prueba la figura de Don Quijote-, puesto que nadie quiere enmendarse. Y sabemos que cuando un inocente de corazón y sueño conoce la realidad del mundo se retira y huye de él, según la historia de Buda, por ejemplo. No en vano afirma Shakespeare en "Macbeth" que la vida es una historia contada por un necio, llena de ruido y furia. Ese es el motivo por el que, desde la Antiguedad, se han descrito paraísos sociales y utopías (Ya las he nombrado: Platón, Moro, Agustín de Hipona,  Campanella...) que han concluido, por contra, en mundos apocalípticos o distopías (Swift, Huxley, Orwell, Bradbury...).
     De manera que, para no extenderme, con esas premisas y con la relación de hechos que hacen que la Historia sea una sucesión de guerras separadas por ruinosas treguas, pocas conclusiones podemos extraer que no sean semejantes a la de que el mundo no es lugar para vivir. ¿Quién construirá un mundo alternativo en el que hallar paz y sosiego, templanza y porvenir, deseo de que la existencia continúe? Solo aquel que edifique su hogar en un lugar llamado corazón.

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Lejos de toda furia, 1