Fauré: Elegía
Cambias
de casa y entras a otro mundo desnudo de recuerdos; o lleno de ellos,
si el cambio es un regreso al lugar en el que ya viviste.
Las
músicas y libros alzados en estantes, los peldaños, los pasos y las
sombras dicen de ti cuanto eres, cuanto fuiste, cuanto quisieras ser
y cuanto no serás. Ahorcados en el techo, los ecos de tu voz repiten
tus monólogos, tu autoconversación sobre los absolutos, los todos y
las nadas. Y el viento se desgarra en las cancelas y los árboles, resoplando
con furia, susurrando su brisa.
Como
la piel, o como el corazón, tan compañeros fieles, tan infielmente a veces, te reencuentras,
vuelves a definirte, o te creas distinto con la misma apariencia.
Te
asaltan los fantasmas, inventas otros sueños.
No
nos basta una vida, ni una casa, ni un cuerpo, ni siquiera un
fracaso, para aceptar sin dudas que nacer es entrar al Laberinto y
"la muerte es el fin que hay en todo
principio".