Haendell: Crudel tiranno amor
- "Prohibido enamorarse"- se habían dicho mutuamente para sentir el amor sin encadenamientos, cuando sus cuerpos y sus mentes coincidiesen y solo pudieran darse un recíproco bienestar físico y síquico.
Así, cuando se encontraban, se abrazaban impulsados por esa energía ancestral y carnal que arrastra los espíritus como si dos vendavales se abrazasen.
- "Prohibido enamorarse..."
Y seguían fundiéndose, coléricos volcanes que manaban ya no tan solo un magma de vértigo y de fuego.
Se sucedían los meses y el latido estruendoso continuaba escuchándose, bombeando su sangre, apretando los cuerpos y las almas.
Así llegó un momento en el que la escalera sobraba, las ropas eran duendes que, de pronto, no estaban, las camas se rompían. Les ataba algo más que un sexo desatado.
Y empezaron a preguntarse qué podían hacer si descubrían que su historia se estaba convirtiendo en la de un enamoramiento prohibido por la lógica. Qué podían hacer con su imprevisto amor en un mundo en el que amar era ya un sentimiento desterrado, igual que un corazón que siguiese latiendo, clandestino y absurdo, entre piedras y máquinas, prehistórico y fósil.