La música íntima -que otros llaman de cámara- suele hallar mejor expresión en la frugalidad de los instrumentos que en la orquestación ampulosa. Schubert y Schumann son emblemas de la canción que surge del ayuntamiento entre piano y voz -el instrumento musical por antonomasia, origen de los otros-. Pocos ciclos liederísticos como Viaje de invierno o Amor y vida de mujer.
Schubert / Fisher-Dieskau-Moore: El tilo
Schumann / Ferrier: Amor y vida de mujer
Antes, Mozart y Beethoven, entre tantos, habían cantado a la esperanza y A la amada lejana:
Beethoven: A la amada lejana
Después, Hugo Wolf, por ejemplo. Y en la orquesta con voz, o al revés, que parece llenar más plenamente el espacio auditivo, los Kindertotenlieder de Malher, sobre todo en la voz de Fisher-Dieskau, como los anteriores, o los Wesendoncklieder de Wagner, preludiando el Tristán e Isolda.
Wagner: Lieder de Matilde: Ensueño (versión piano)
Wagner: Wesendonck-Lieder.- Ensueño (orquesta)
Malher: Canciones para los niños muertos, 1
Y por fin, los inesperados 4 últimos lieders de R. Strauss, inimitable juvenilidad frente a la muerte, compuestos a los 84 años:
R. Strauss: 4 últimos lieders (En el ocaso)
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