Catedral de Colonia. Berlioz: Requiem
Cuentan igualmente que una señora que vio, al fin, el mar se decepcionó, y comentó: ¡Creía yo que tenía más agua!
Un personaje de Lope de Vega, yendo a la corte y viendo al rey, exclama: ¡Pero si es solamente un hombre!
En el popular cuento de El traje del emperador (Don Juan Manuel, Wilde...) es el ingenuo inocente quien tiene que dar la dimensión real a lo que se ha mitificado.
Porque eso es lo que ocurre: convertimos en paraísos nuestros sueños porque necesitamos creer en ellos, y viene la hipérbole a exagerar su existencia, y el desencanto a destruirlos. Y nos deprimimos o nos reímos de nuestra credulidad.
Sin embargo, lo que importa es saber reaccionar y convertir las utopías en caminos hacia la realidad: porque aceptar las derrotas de la vida es aprender a vencerlas. Y así, quienes habían idolatrado a los reyes como descendientes divinos aprendieron a derrocar la monarquía cuando se convirtió en tiranía: los ingleses no dudaron en descabezar a Carlos I, ni los franceses en guillotinar a Luis XVI; igualmente, Nietzsche ajustició a Dios cuando sintió que tiranizaba el libre pensamiento. El Papa Ratzinger abandonó su escaño "divino" al salir del Vaticano como un hombre vivo, no muerto, negando la infalibilidad de esta manera.
Y es que "Los dioses mueren cuando el hombre piensa".