Frutos del Tiempo
Javier Cebrián
Aunque la sinceridad no otorga garantía de calidad, creo que lo primero que debe exigírsele a un texto es autenticidad, puesto que si "el poeta es un fingidor", malditos sean sus poemas: y que vayan a engañar a los poetastros. Ya lo decía Miguel Heredia: "maldito aquel que miente cuando escribe".
No es un fingidor el poeta, si es auténtico: es un desenredador de la verdad, que implica ordenar la realidad exterior para desenmascarar la interior: pues todo cuanto escribe es, cuando menos, autobiografía síquica, que es la que configura la verdadera identidad. Si esto no es así, confieso que mi vida es un error, y muérame yo luego.
De lo anterior se deduce la inclusión aquí del libro cuyo título encabeza estas líneas.
Javier Cebrián, recién nacido -o reencarnado- de sus cenizas anteriores, toma conciencia de que el mundo en que vivimos no está hecho de poesía, sino de vida: que esta tiene menos de paraíso que de infierno; y la afronta y acepta en unos textos reflexivos en los que se inculpa y exonera, se recuenta y se ennoblece con algunos fragmentos que, más que lirificar al poético modo, emocionan a la humana manera: pues todo es autosuperación tras el esfuerzo de saber que "soy el fuego que devora tus venas / y también soy la sed".
Nada de torremarfilismos ni autocarantoñas.
"Tus venas": superación de sí mismo y para otro. Un descubrimiento más de que hay que transformar en himno cotidiano la atávica elegía. Por eso, tal vez, aquel que dijo en Celebración del milagro "asalto las trincheras del poema", buscando ese milagro, se dedica en el titulado "Vida de poeta" a enumerar felizmente el milagrismo de las efímeras tareas más prosaicas que fertilizan la existencia.