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lunes, 11 de febrero de 2013

El abrazo inedénico

Monteverdi: ¡Qué doloroso adiós!


Había leído todas las historias y poemas, escuchado todas las sonatas, admirado todos los paisajes que pueden encerrarse en cualquier lienzo.

Ninguna de esas emociones podía compararse con la que sentía cuando abrazaba el cuerpo de su amada y descifraba en él el firmamento.

Un día adivinó en sus ojos la nostalgia de un edén que tal vez soñó en la infancia y jamás él podría conseguirle.

Se esforzó: caminó por el cielo y la tierra, buscó embrujos y bálsamos, quiso morir, vendió su alma al diablo, rezó a todos los dioses.

Ella era para él el paraíso; él, para ella, solo un gran amor.

La melancolía le invadió con tanta contumacia que hizo la relación insoportable.

Más tuvo de lo que merecía, el muy estúpido.