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viernes, 6 de junio de 2025

Valerio Calabrés


Tartini: Adagio

  Uno


Me llamo Valerio Calabrés. Naturalmente, es un nombre fingido. No hablo con muchos seres humanos porque a mi alrededor hay demasiados seres y casi todos inhumanos. Conozco bien a algunos, sobre todo a aquellos que aparentan ser otros. Observo que cada vez que aplauden o desprecian mis escritos es porque mi opinión coincide con la suya o la contradice, no porque mis argumentos o expresiones les parezcan razonables o bellas. Es como si al leerme escucharan: “tienes razón”, o “te equivocas”. Eso los alegra o los pone furiosos. Lo cual me lleva a pensar que a ninguno le interesa mi criterio, o la de cualquier otro, sino exclusivamente el suyo. No intentan contrastar puntos de vista para llegar a la conclusión menos incierta, sino que, autistamente, fortifican el propio, la propia, con las palabras que sintonizan y apoyan sus creencias. Son conformistas, han encerrado confortablemente el mundo en su cabeza y creen que su cabeza es el mundo y todo debe regirse según sus silogismos sin lógica y ebrios de contumacia. Son, éstos, los depredadores de las relaciones humanas, los mistificadores de la vida, los intolerantes, los dictatoriales. Y, no obstante, creen ser liberales y libres, porque, de tan fanatizados, no ven su fanatismo. Así es como he terminado por hablar sólo conmigo mismo; y con los libros.

            Tales ignorantes de la sabiduría y sabios de la incultura han conducido la existencia a tal degradación que, cada vez más, proyectan un tipo de hombre para su sociedad en vez de construir una sociedad para el hombre. Amputan la naturaleza y la socializan desde sus estrabismos mentales. Cuando un individuo se resiste a integrarse en esa cárcel lo llaman inadaptado y loco, lo empujan al circo de la cirujía mental y lo reconstruyen con siquiatras y drogas hasta convertirlo en uno más de sus huestes vandálicas cabalgadoras hacia los abismos del progreso sin futuro. Sin embargo, son ellos los locos constructores de este manicomio universal en que vivimos. Creen haber encontrado la panacea de la revolución humana esclavizando al hombre a un bienestar que contraviene su sensibilidad aunque, tal vez, acaricie y halague su intelecto, no su inteligencia sensorial. Han hecho una revolución desde fuera consistente en aplicar los beneficios de las máquinas al cuerpo: pero la auténtica revolución debe venir desde dentro hacia afuera, como una explosión o un estallido que contagie de corazón el firmamento.

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