Tras el amor
Amada mía: Tú
que fuiste el alimento de mi boca
hoy me dices adiós. Y qué he de hacer
con el amor que siento, con la sangre
que soñaba mezclarse con la tuya.
Qué carne aliviará
mi carne ya encendida con tu fuego,
si no quiero más fuego que tu carne.
Dónde abandonaré
el ansia de tenerte y devorarte
y la necesidad de que devores
la pasión que me engendras.
Hoy me dices
adiós: y el firmamento se estremece
y cae hecho pedazos. Esta furia
que despiertas en mí no se consume
sin más en otros brazos generosos.
Amada mía, luz
que me deja en la sombra:
El corazón está diciendo siempre
“quiéreme”.
Tú me dices ahora: “no te amo”.
Pérfida despedida me darías
si dejas por memoria la maldad
de convertir tus besos en espinas.
Apiádate de aquel
que ha de quedar sin ti y con tu fantasma.
Concédele la dicha
de un adiós menos cruel.
Perfuma nuestro lecho con almíbares.
Y ya que se despiden nuestras almas,
deja que se despidan nuestros cuerpos.
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