La soledad sitiada
La sombra de una estrella ilumina la noche
mientras la pluma sorbe la tinta, el arrebato
de repetir palabras herrumbrosas
que justifiquen la existencia.
La jauría persiste en su alarido. Una ardilla
con sus errantes patas escribe sus memorias
sin orden sobre el suelo. No consigue encontrar
la grieta sobre el muro por donde se extravió.
La chimenea aroma con su resina ardiente
el salón, y el hábito plisado en el escaño
no impide ver la rubia cabellera
como un río de oro sobre el pecho.
Una mano acaricia la piel y pulsa llantos
cerca de la vihuela olvidada en la mesa
donde vinos y frutas van manchando el papel
con su caligrafía de embates sostenidos.
Cesa el gemido dulce y el dolorido verso
ya no puede leerse, ni tampoco
la alegre biografía de la ardilla.
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