4.– La pregunta era: ¿Cómo surge el poema?
Hay autores que trazan de antemano un esbozo de lo que van a escribir: tanto que solo tienen que ponerle palabras al pergeño. Otros van a la caza y captura de metáforas, imágenes, visiones... incluso sin premeditación temática, a ciegas, haciendo camino al andar. Tan malo o bueno es un método como otro si el proceso acaba con una implacable tachadura: sustituyendo, pulimentando, jibarizando.
Un poema precisa unos límites que pocos saben darle. Es fácil desatar la pluma y dejar que diga lo que quiere. Lo difícil es contenerla y que en lo contenido –en sus limitaciones– haya un mundo propio, emocional e intelectual, que sea autónomo y renazca en el lector aunque no haya nacido para él.
5.- Contra el dicho popular, el mayor enemigo del poeta es la inspiración: el arrebato. Por eso Bécquer, siguiendo a Wordsworth, afirma: «Cuando siento no escribo». Quería que sus emociones reposaran para que no se infiltrasen en su escritura desviaciones sentimentales o verborreicas. Lo cual nos dice definitivamente que es preciso domar el «rebelde, mezquino idioma» hasta encontrar la adecuación expresiva de lo que late en la mente: tensión, contención y armonía dictivas. Antes, Poe había escrito en su Método de composición: «La ejecución de un poema es una operación intelectual, no un don de la musa». Y basta recordar a Valéry, a Pound puliendo a Eliot, o las 200 versiones que Dylan Thomas hacía de muchos de sus poemas para que no nos resulte extraño oír a León Felipe exhortar a la desnudez verbal: «deshaced ese verso, quitadle los caireles ...». García Lorca resume esa unión de irracionalidad y racionalización denominándolas simplemente «gracia y esfuerzo».
6.- Pocos textos tienen la adecuación precisa: visión y revisión de lo vislumbrado que deben concretarse en la precisión de lo sentido a través de lo expresado. Difícil es esa urdimbre. Y es que todo poema necesita encontrar la idoneidad:
6.- Pocos textos tienen la adecuación precisa: visión y revisión de lo vislumbrado que deben concretarse en la precisión de lo sentido a través de lo expresado. Difícil es esa urdimbre. Y es que todo poema necesita encontrar la idoneidad:
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